18 de febrero de 2013

4º ESO: Dictado



"De como Aleix Guillen nos propuso un dictado de nivel 
y los alumnos de cuarto consiguieron sus "gomets"

El dictado que os propongo para el día 25 de febrero es un fragmento del Quijote, seleccionado esta vez por vuestro compañero Aleix Guillen. Si bien la extensión no es mucha, sí encontramos una dificultad mayor en algunas palabras o expresiones, pero nada que no se pueda solucionar con una buena preparación. ¿Estáis preparados para el reto? 
***Sólo tenéis que preparar el trozo que está en color azul


Antes de ofreceros el fragmento os daré una breve información que ponga en contexto el texto que os dictaré:


En la segunda parte de la novela, Don Quijote le promete a Sancho una ínsula a cambio de su compañía. Recordemos que  impulsado por la bondad y el idealismo, además de la locura que le han provocado la lectura de los libros de caballerías, Don Quijote salió de su hacienda en busca de aventura con el objetivo de  «desfacer agravios» y ayudar a los desfavorecidos y desventurados. 
En el capítulo 45 Sancho Panza ve cumplido su sueño y toma posesión de la ínsula Barataria, convirtiéndose así en gobernador. Todo esto, en realidad, no es más que una broma que le quieren gastar unos duques, pero ante los casos que le proponen, nuestro buen Sancho demuestra tener muy buen juicio y muestra su carácter noble y pacífico en las sentencias que dicta. Su sabiduría popular y todo lo aprendido de su compañero Don Quijote deja asombrados a los que quisieron reírse de él. He aquí un ejemplo de uno de los casos propuestos  y la sentencia dada por Sancho:

De cómo el gran Sancho Panza tomó la posesión de su ínsula y del modo que comenzó a gobernar (II, capítulo 45)

[...] Ante Sancho se presentaron dos hombres ancianos; el uno traía una cañaheja por báculo, y el sin báculo dijo:

—Señor, a este buen hombre le presté días ha
 diez escudos de oro en oro, por hacerle placer y buena obra, con condición que me los volviese cuando se los pidiese. Pasáronse muchos días sin pedírselos, por no ponerle en mayor necesidad de volvérmelos que la que él tenía cuando yo se los presté; pero por parecerme que se descuidaba en la paga se los he pedido una y muchas veces, y no solamente no me los vuelve, pero me los niega y dice que nunca tales diez escudos le presté, y que si se los presté, que ya me los ha vuelto. Yo no tengo testigos ni del prestado ni de la vuelta, porque no me los ha vuelto. Querría que vuestra merced le tomase juramento, y si jurare que me los ha vuelto, yo se los perdono para aquí y para delante de Dios.

—¿Qué decís vos a esto, buen viejo del báculo? —dijo Sancho. 

A lo que dijo el viejo:

—Yo, señor, confieso que me los prestó, y baje vuestra merced esa vara; y pues él lo deja en mi juramento, yo juraré como se los he vuelto y pagado real y verdaderamente.

Bajó el gobernador la vara, y, en tanto, el viejo del báculo dio el báculo al otro viejo, que se le tuviese en tanto que juraba, como si le embarazara mucho, y luego puso la mano en la cruz de la vara, diciendo que era verdad que se le habían prestado aquellos diez escudos que se le pedían, pero que él se los había vuelto de su mano a la suya, y que por no caer en ello se los volvía a pedir por momentos. Viendo lo cual el gran gobernador, preguntó al acreedor qué respondía a lo que decía su contrario, y dijo que sin duda alguna su deudor debía de decir verdad, porque le tenía por hombre de bien y buen cristiano, y que a él se le debía de haber olvidado el cómo y cuándo se los había vuelto, y que desde allí en adelante jamás le pediría nada. Tornó a tomar su báculo el deudor y, bajando la cabeza, se salió del juzgado. Visto lo cual por Sancho, y que sin más ni más se iba, y viendo también la paciencia del demandante, inclinó la cabeza sobre el pecho y, poniéndose el índice de la mano derecha sobre las cejas y las narices, estuvo como pensativo un pequeño espacio, y luego alzó la cabeza y mandó que le llamasen al viejo del báculo, que ya se había ido. Trajéronsele, y en viéndole Sancho le dijo:

—Dadme, buen hombre, ese báculo, que le he menester.

—De muy buena gana —respondió el viejo—: hele aquí, señor.

Y púsosele en la mano. Tomole Sancho, y, dándosele al otro viejo, le dijo:

—Andad con Dios, que ya vais pagado.

—¿Yo, señor? —respondió el viejo—. Pues ¿vale esta cañaheja diez escudos de oro?

—Sí —dijo el gobernador—, o, si no, yo soy el mayor porro del mundo, y ahora se verá si tengo yo caletre para gobernar todo un reino.

Y mandó que allí, delante de todos, se rompiese y abriese la caña. Hízose así, y en el corazón de ella hallaron diez escudos en oro; quedaron todos admirados y tuvieron a su gobernador por un nuevo Salomón.

Preguntáronle de dónde había colegido que en aquella cañaheja estaban aquellos diez escudos, y respondió que de haberle visto dar el viejo que juraba a su contrario aquel báculo, en tanto que hacía el juramento, y jurar que se los había dado real y verdaderamente, y que en acabando de jurar le tornó a pedir el báculo, le vino a la imaginación que dentro de él estaba la paga de lo que pedían. De donde se podía colegir que los que gobiernan, aunque sean unos tontos, tal vez los encamina Dios en sus juicios; y más que él había oído contar otro caso como aquel al cura de su lugar, y que él tenía tan gran memoria, que a no olvidársele todo aquello de que quería acordarse, no hubiera tal memoria en toda la ínsula. Finalmente, el un viejo corrido y el otro pagado se fueron, y los presentes quedaron admirados, y el que escribía las palabras, hechos y movimientos de Sancho no acababa de determinarse si le tendría y pondría por tonto o por discreto.
Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
ACTIVIDAD DE AMPLIACIÓN: Imagina que le quieres explicar a alguien el contenido del fragmento que has leído. Escribe un resumen del mismo con tus propias palabras y envíalo como comentario a esta entrada. Recuerda revisar la redacción (forma y contenido) antes de enviarlo.



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